miércoles, 23 de enero de 2013

La cosa va de trenes, estaciones y pensamientos



Debe ser de familia, muchos miembros de ella trabajan en Renfe/Adif. En mi caso particular, debería ser la tercera generación en ella, pero es lo que tiene ser la oveja negra. Pero aunque no trabaje en el sector ferroviario, lo utilizo mucho en las analogías y tal, queda bastante coolto (¿eh? Vaya chorrada me acaba de salir, una mezcla de la palabra guiri cool con la palabra castellana culto… Dior, tengo que dormir más).
 


Vivo enfrente de la estación de tren, y cada día, desde la ventana, veo parar los pocos que el Gobierno nos está dejando. Veo las amargas despedidas y los emotivos reencuentros, veo a pasajeros aprovechar apurando el cigarrillo antes de continuar el largo viaje… En definitiva, veo gente cogiendo el tren… Es curioso, desde un punto, la estación, los trenes que van y vienen de diferentes destinos, de casi todos puntos de esta piel ibérica y parte del extranjero. Vamos como la vida. Tu estas en la estación, con tu billete, esperando a ese tren que te llevara a ese destino escogido. Y como suele pasar, llegas sano y salvo a tu destino y dependiendo la combinación elegida, puedes ir directo, más rápido, o ir parando en todas las estaciones haciéndose el viaje mucho más largo, pero al fin y al cabo, llegas a tu destino… También hay ocasiones en el que pierdes el tren, o que te subes en el equivocado. O como un servidor, que simplemente no te subes. Estas en la estación, con el billete en la boca, un cigarrillo en la mano derecha y con la mano izquierda sujetando el asa del equipaje, y ante ti la puerta del convoy, abierta. Quieres subir, pero hay algo que no te deja, no sabes que es, o si lo sabes: “miedo”. Miedo a que ese tren sea el equivocado, miedo a que su destino no te guste, o lo que es lo peor, miedo a subirte al tren y no saber cómo va ser el viaje o el destino de llegada…



Los trenes, vienen y van, así que te dices que pronto volverá a pasar otro y que ese si lo cogerás. Pero existe el riesgo que lo quiten, y te quedes en la estación, con ese billete, ese cigarro y esa maleta, al borde del andén, esperando a ese tren que ya nunca volverá a pasar…

 
Ahora mismo, tengo la puerta enfrente de mis narices y el dilema en mi mente: “¿quito el miedo y me subo, o por el contrario me quedo como siempre ver el tren partir a lo lejos y esperar a otro que quizás no vuelva a pasar o nunca vuelva?”
(Fotos realizadas por el autor del blog. Todos los derechos reservados)

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